martes, 8 de julio de 2014

Desprecio


Esa pequeña,
esa lágrima pequeña
que late en mí.
Me arrebataron el corazón,
me lijaron el alma
como el rostro de un nadie
que a nadie le importa.
Fue el jazmín y los olores agrios,
rodando cuesta abajo en mi cara y mi pecho.
Nada valgo y nada soy,
moneda de un centavo añeja
que no paga en los tiempos actuales.
Esa pequeña,
esa lágrima pequeña
que late en mí
nunca muere.
Sólo se duerme
de vez en cuando.
Sólo
he lo grado domesticarla
con horizontes dorados que la empañan.
Pero me dicen que ya no hay
horizontes.
Que nada valgo, que nada soy.
Insuperable
Nada se supera del todo
en un mar de sales, de arenas y de penas
como las que llevamos a cuestas
y que también te envolvió 
Alfonsina
como la novia sagrada
que fuiste.

De nada sirvieron las palabras
que, como un tesoro de piratas, albergaba y
entregué.
Despertaron mi serpiente del mar.

Esa pequeña,
esa lágrima pequeña
que late en mí
fue suficiente para despertarla
de sus ronquidos profundos.
Y ya viene por mi.
Siento que viene por mi,
lamiendo paredes,
resoplando
en las vidrieras,
caliente y silenciosa
bajo las veredas.
Cómplice el aliento de la urbe hace ruido
para que no la oigo.
Pero nos conocemos hace años
Quienes dicen conocerme,
no me conocen.
O me conocen y no me aman...
Qué feo es no sentirse amado
En la tierra
Se entierra y vuelve
Vuelve por mi.

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